Hay pequeños instantes en la vida de una persona que la marcan por siempre, los motivos nunca acaban de estar definidos, ya que en muchos casos la melancolía provocada por una muerte, abandono o enfermedad hacen que en la vida cueste más encontrar ganas para seguir. En ciertos aspectos, tendemos a recordar estos momentos por siempre, tal vez no es que queramos, pero la mentalidad misma de un ser humano nos dirige a la tristeza, un pozo sin fondo del cual cuesta salir.
Pero
en esos momentos llega nuestro salvador, aquel capaz de hacernos
sentir que del suelo se puede levantar, después de tropezar y elegir
el camino incorrecto miles de veces. Ese ‘héroe’ es sumamente
paciente, sabe dar tiempo para lo que puede significar una
recuperación, una nueva era. Tiene la capacidad de hacer revivir
esas ‘ganas’, ¿de qué?, simplemente de sonreír, de observar el
alrededor y de ver que las posibilidades de seguir en pie son muchas
más que las de quedarse en ese rincón oscuro y vacío.
Esa
capacidad de despertar los sentimientos que crees olvidados, que hace
tiempo no existían, de despertar la adrenalina de un corazón muerto
en vida.
De
despertar,… ¿amor tal vez?, posiblemente…aunque se define como
una sensación que te llega a fluir por todo el cuerpo, desde unas
cosquillas por el estómago hasta unas mejillas sonrojadas. ‘No
puede ser, ¡¿estoy enamorada?!’, eso te sueles preguntar cuando
sucede y todo lo que antes era absurdo cobra sentido para
transformarse en la más grande de las pasiones, en una percepción
de que el nuevo sentimiento ha llegado, ha viajado desde una simple
idea en tu mente en dirección a tu corazón.
Y
que pretende establecerse allí por siempre, pase lo que pase, ‘hasta
que la muerte os separe’.
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